Fiestas

29 de febrero: Día de las Ancas de Rana 

Aunque para muchos puede ser un no rotundo a la hora de elegir qué comer, esta parte de los batracios son considerados un manjar en muchas cocinas del mundo. Y algo tan particular solo podía ser celebrado en un día también muy particular.

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Alexandra Zurita

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Aunque los primeros registros de las ancas de rana en la escena gastronómica datan del siglo XII, en la Europa de la Edad Media, así como en China, Egipto y el Oriente Medio, fue en el año 2016 cuando entusiastas internautas designaron el 29 de febrero como el Día de las Ancas de Rana. 

En la llamada Edad Media de occidente, las ancas de rana ya eran consideradas una delicadeza gastronómica en Francia, mientras que en China se consumían por sus propiedades medicinales. En el siglo XVI, las ancas formaban parte de los alimentos de la corte del rey Luis XVI y la reina María Antonieta, famosos por sus gustos excéntricos. 

En la misma época, cuando ya se daban un sinnúmero de viajes al Nuevo Mundo, los conquistadores descubrieron que los indígenas de América y el Caribe comían esta carne, lo que la hizo aún más popular en Europa y con un consumo más extendido. 

Dos siglos después, las ancas de rana ya eran sinónimo de alta cocina, debido al trabajo de dos chefs franceses que elevaron el plato al incorporar la proteína a elaboradas recetas de importantes recetarios galos. Con ello, se convirtieron en símbolo de sofisticación. 

Con la migración francesa que llegó al sur de los Estados Unidos en el siglo siguiente, sus costumbres culinarias se asentaron especialmente en los estados de Louisiana y Mississippi, donde las ancas de ranas se incorporaron a las recetas criollas y cajún de la zona. Además, la abundancia de estos animales en las áreas pantanosas de la región hizo que se extendiera el consumo de ancas de rana por varios puntos del país con influencia francesa. 

Buen sabor, muy populares, pero con un riesgo

Las extremidades traseras de estos animales son considerados una delicia en países como Francia (allí son tradicionales), Bélgica, Luxemburgo, Estados Unidos, España, Italia, Portugal, China, Indonesia, Tailandia, Vietnam, Camboya, México e incluso Ecuador.

Se dice que su sabor es similar al pollo y resalta mucho con los distintos tipos de preparaciones que se realizan con ellas. En Estados Unidos, por ejemplo, suelen servirse rebozadas, mientras que en China, salteadas, al igual que en Francia, en donde se las hace con mantequilla de ajo y perejil. 

El creciente comercio de ancas de rana en el mundo ha traído consigo un problema de extinción de estos anfibios en sus lugares de origen, al punto de que en muchos países se ha prohibido su caza (en Francia se hizo en los años 80), ya que las poblaciones de ranas han disminuido considerablemente desde 1950. Y es que solo en la década pasada, la Unión Europea importó 40,7 millones de kilos de ancas de ranas, en su mayoría desde Indonesia, Albania y Turquía.  

¿Y por qué es peligrosa su desaparición? Pues porque ayudan a controlar poblaciones de insectos y, con ello, la transmisión de enfermedades; también protegen las aguas de la eutrofización, es decir, del exceso de nutrientes que contaminan mares, ríos, lagunas y embalses. Las ranas son esenciales para el mantenimiento del ecosistema. 

En Ecuador también hay amantes de las ancas de rana 

Aunque suene a platillo de cocina europea o de cocinas lejanas, en el cantón amazónico de Zamora, las ancas de rana son un platillo que cientos de turistas buscan con insistencia. La variedad de preparaciones incluye la versión brosterizada, así como rana al ajillo, rana crujiente o sopa de rana. 

En Zamora no solo se comen ranas, sino que también se crían, Muchas personas tienen criaderos, llamados ranarios, y desde allí exportan a otras partes del mundo. 

Las ancas de rana son ricas en proteínas, en ácidos grasos, vitamina A y potasio. Algunas estrictas leyes religiosas del islam y ciertas facciones del judaísmo prohíben su consumo, así como el de hormigas, abejas y aves marinas. 

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Alexandra Zurita

Periodista con más de 20 años de experiencia, 10 de ellos en contenidos gastronómicos. Sin recetas secretas frente al teclado, escribir nunca supo tan bien como ahora.

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