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En las cenas a oscuras “lo esencial es invisible para los ojos”

Lo que nació como una iniciativa para emplear a invidentes y crear empatía hacia su condición se ha convertido en una tendencia que va ganando adeptos por la gran experiencia sensorial que supone comer sin poder ver.

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Alexandra Zurita

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Entre los años 80 y 90, en Alemania surgió un concepto de restaurante en que el comer se desarrollaba a oscuras, con la finalidad de sensibilizar a los familiares de personas ciegas permitiéndoles vivir la experiencia que día a día ellos atraviesan

La idea llegó a Francia más adelante y luego el empresario Eduard de Broglie estableció una cadena que tiene establecimientos en Inglaterra, España, Egipto… en total 11 restaurantes en los que se sirven cenas a oscuras, y en las que todos los comensales y trabajadores están en igualdad de condiciones, pues los meseros son invidentes o tienen algún tipo de deficiencia visual. 

En España es famoso el restaurante Dans Le Noir, en Madrid, que está entre los 10 más originales del mundo y donde con las cenas a oscuras se ponen a prueba los sentidos. Allí, los tres meseros principales son ciegos, los cocineros no lo son, aunque en otros países sí existe esta figura, pues las personas invidentes pueden preparar sus alimentos pese a su imposibilidad de ver. 

Así se desarrolla la experiencia

En este restaurante, al igual que en otros de la misma línea asentados en más de 30 ciudades en el mundo, se reserva con anticipación. Al llegar, los comensales son recibidos e invitados a lavarse las manos y dejar en custodia sus pertenencias, especialmente teléfonos y relojes que emitan luz.

Para que no puedan ver, en algunos de estos restaurantes los clientes usan antifaces, mientras que en otros la ausencia de luz es total. Una vez que los han ayudado a llegar a la zona de comedor en fila india, cada uno debe buscar su asiento siguiendo las indicaciones. 

Ya sentados, todos empiezan a ser conscientes de lo que pasa alrededor porque el no poder ver hace que los demás sentidos se agudicen. Se aprecia mejor la música ambiental, se habla en un tono más elevado, se presta más atención a las sensaciones, no hay distracciones del teléfono celular ni las redes sociales, no hay preocupaciones en cuanto cómo luce uno o los demás. 

Los meseros, quienes en ese momento son los que dominan el espacio y la situación a la perfección, explican cómo se desarrollará la cena, los detalles de la comida y la bebida y dan consejos sobre cómo manejarse mejor. 

A medida que van llegando los platos (el menú suele ser de varios tiempos), los comensales comen con cierta torpeza al no poder ver los cubiertos, la vajilla y las copas. Al comer y beber, muchos tropiezan y riegan los alimentos. No hay reglas limitantes, así que si alguien opta por comer con las manos porque le resulta más fácil, está muy bien. 

A partir de este punto, lo que suele ocurrir es que las conversaciones se centran en tratar de adivinar qué están comiendo. Algunos no logran diferenciar entre carne y pescado y muchos no reconocen si el vino es blanco, tinto o rosado. 

Foto: Shutterstock

La comida servida en las cenas a oscuras está diseñada especialmente para que la experiencia sea completa: se hace énfasis en los olores, en las texturas y en los sabores. La idea es que sea un viaje inesperado y único. Al finalizar la cena, los comensales son ayudados a salir del salón y una vez recuperada la visión reciben su pertenencias de vuelta y suelen quedarse a comentar la experiencia. 

Los menús de las cenas a ciegas son de diferentes precios. En Europa suelen estar entre los 40 y 70 euros, con platos muy bien pensados por chefs que hacen de todo para crear preparaciones llenas de sabor, de muchas texturas y embriagantes olores. Todo un reto gastronómico. 

Idea europea que se expande por el mundo 

Cenar a oscuras siendo guiados por personas invidentes es una tendencia en alza en Europa. Son muchos los restaurantes que se han sumado a ella. Dans Le Noir fue el pionero, pero existen otros, como Nocti Vagus en Berlín, Unsicht Bar en Colonia, Goût du Noir en París –donde los comensales deben vestir de negro, deben acercarse de a uno a la mesa buffet para servirse y es prohibido fumar– , Gallito Ciego en Buenos Aires y Xoma en Lima. 

En los Estados Unidos, el Dark Dining Project tiene sede en Nueva York y organiza cenas a oscuras en el restaurante Camaje y en otros locales dentro y fuera del país. Aquí incluyen espectáculos de danza en las cenas. También existe la empresa Opaque que tiene restaurantes de cenas a oscuras en San Francisco y Los Ángeles

Foto: Shutterstock
Foto: Shutterstock

En todos estos lugares, las críticas son positivas y quienes viven esta experiencia culinaria destacan la sensación de libertad y paz que les da la ausencia de la gran cantidad de estímulos a los que nos enfrentamos en todo momento. Además, celebran poder disfrutar del olfato, el gusto y el oído más despiertos que nunca y de vivir al máximo aquello de simplemente dejarse llevar. 

Cenar a ciegas estimula los sentidos, aumenta la capacidad de concentración e imaginación, desarrolla las aptitudes comunicativas, derriba creencias y mitos en torno a la comida, la imagen propia y del otro, y permite disfrutar de forma distendida y espontánea. (I)

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Alexandra Zurita

Periodista con más de 20 años de experiencia, 10 de ellos en contenidos gastronómicos. Sin recetas secretas frente al teclado, escribir nunca supo tan bien como ahora.

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